Cada día, al encender la televisión o abrir una app de noticias, nos bombardean con titulares que gritan caos: desastres naturales, conflictos políticos, crisis sanitarias. Estas historias, a menudo infladas con sensacionalismo, buscan captar nuestra atención a toda costa, pero qué nos están haciendo como sociedad? Creo que esta exposición constante al miedo nos está desensibilizando, apagando nuestra capacidad de reaccionar con empatía y acción frente a los problemas reales.
El mecanismo es claro: el miedo vende. Un titular que exagera una crisis o un rumor sin verificar se propaga como pólvora, especialmente en redes sociales donde los algoritmos premian lo que nos hace reaccionar al instante. Pero cuando todo es una "catástrofe inminente", nuestra mente empieza a desconectarse. Es como si, de tanto escuchar sirenas, dejáramos de prestarles atención. Este fenómeno se parece a la desensibilización sistemática que se usa en tratamientos psicológicos para tratar fobias, pero aquí no hay un terapeuta guiándonos: es un proceso caótico que nos deja emocionalmente agotados y apáticos.
Pensemos en la pandemia o en las imágenes de conflictos que vemos repetidamente. Al principio, nos conmocionan, pero tras semanas de titulares alarmistas, empezamos a ver el sufrimiento como algo "normal". ¿Cuántas veces hemos cambiado de canal ante una noticia de guerra o desastre, sintiendo que "ya no podemos hacer nada"? Esta indiferencia no es natural; es el resultado de una saturación mediática que nos entumece.
Lo peor es que este ciclo no solo afecta nuestra salud mental, sino que también nos divide. Los rumores no verificados que los medios publican en su carrera por ser los primeros alimentan la desconfianza. Si todo es una crisis, ¿Cómo distinguimos lo importante de lo exagerado? Algunos terminan ignorando los problemas reales, mientras otros caen en teorías conspirativas. El resultado es una sociedad polarizada, menos dispuesta a unirse para enfrentar desafíos como el cambio climático o la desigualdad.
Creo que la solución empieza por nosotros mismos. Necesitamos ser consumidores críticos: cuestionar titulares, buscar fuentes confiables y, sobre todo, tomar pausas del bombardeo informativo. También es hora de exigir más de los medios. No podemos seguir alimentando un sistema que lucra con nuestro miedo y nos deja insensibles. Si queremos una sociedad empática y proactiva, debemos recuperar el control sobre lo que consumimos y cómo reaccionamos. Porque el mundo no es tan caótico como lo pintan, y nuestra capacidad de actuar y sentir sigue siendo nuestra mayor fortaleza.
Comentarios