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Facebook y la Transvaloración



1. Noticia del día 28 de Abril del 2014. Courtney Sandford, de 32 años, se le hizo fácil tomarse una selfie y publicarla en Facebook señalando lo feliz que era al escuchar la canción de Pharrel Williams, “Happy”. Tras la publicación a las 08:33 de la mañana, impactó su vehículo de frente contra un tractor a las 08:34, esto sucedió en Carolina del Norte.

 2.Facebook anuncia lo nuevo en aplicaciones móviles.


 3. Juan Espíndola Mata escribe un artículo en Nexos hablando sobre el concepto usado por Nietzsche acerca de la transvaloración y de como Facebook promueve esto.


              "Facebook nació hace exactamente 10 años como una modesta red social, sin fines (confesos) de lucro. Poco a poco fue calando más hondo. Y, sobre todo, sumando adeptos/adictos, que llegaron por oleadas generacionales: primero los adolescentes, luego el adulto contemporáneo, luego el adulto sin adjetivos, y finalmente los miembros de la tercera edad, que antes se llamaba vejez. ....Algunos se sumaron a ella desde el comienzo, sin dudas. Otros la esnobearon primero y solamente después se engancharon, con todo. Hay devotos vergonzantes: voyeurs que miran, hurgan, disfrutan en el rincón de la pasividad, pero casi nunca se revelan en público. Hay también ambivalentes afectivos: hoy están en línea casi sin pestañear, mañana se dan de baja, pasado mañana vuelven, incólumes. Los más niegan su dependencia, los menos la abrazan sin tapujos. Ya son más de mil millones de usuarios. De todo hay en la viña del Señor, que en el mundo virtual no es otro que el señor Mark Zuckerberg. Es muy significativo: Facebook tiene un padre reconocible; en cambio no tiene madre.

 Todos conocemos los contornos de su mutación. Solía ser un espacio para colgar una foto u ocurrencia ocasional; para comentar estados de ánimo pasajeros; para compartir un artículo, un poema o una canción; para buscarle hogar a un cachorro abandonado; para no olvidar el cumpleaños de amigos, familiares y conocidos. Hasta que cruzó el umbral de la degradación y se transformó en lo que tenemos hoy: un nuevo orden de comunicación política, emocional y hasta espiritual que huele muy mal. Y ese orden no es otra cosa que el reflejo de un código (in)moral que tolera, o más bien celebra, actitudes que en una época no muy remota nadie habría dudado en calificar como abominables. El factum de la moralidad dejó su lugar al hedonismo del “Like”. Para decirlo con Nietzsche, el filósofo de la postmodernidad, Facebook promueve la transvaloración de todos los valores......... Esta red social disuelve fronteras nacionales para que el mexicano de la Condesa apoye a los oprimidos en Rusia, como las Pussy Riot, y denueste a Putin. Bajo esta modalidad de protesta social no hace falta bordar fino en las consignas: lo bueno, breve, dos veces bueno. Basta decir que “ganó el PRI y ya nos chingamos”. “Que AMLO es un culero”. O que “Calderón es Fecal”. Pero todo es verbo y nada es acción.
 Aquí no hay heroísmo humanitario pero sí sensibilidad, demasiada sensibilidad y mucho exhibicionismo. El infame “muro” es mucho más que un simple muro. Es un muro de las Lamentaciones, donde se pone a la vista al yo vulnerable y en desasosiego y se recolectan palabras de aliento. El muro es un espejo para que los Narcisos se vean reflejados en él, para que relaten sus pequeñas grandes hazañas, en ejercicios de autopromoción desvergonzada: para que se sientan vivos. Nunca fue tan fácil vivir del autoelogio. El autoelogio envilece, claro, pero Facebook redime. El muro es un balcón: ahí se lleva serenata a la persona amada, pero el propósito no es levantarla a ella, sino a todo el barrio virtual, porque la mejor forma de amar es en un baño de masas. El muro es un lavadero, suficientemente amplio para ventilar cualquier chisme y suficientemente duro para quebrar cualquier amorío. El muro es un pasarela donde cada quien somete al público virtual su mejor cara, su mejor cuerpo; algunos hasta se colocan en los linderos del soft porn. El muro es un estadio para desahogar los más bajos humores deportivos o celebrar y gritar por las victorias de “los nuestros”, que no tienen a la pulga Messi pero se conforman con el piojo Herrera. El muro es una carpa para los bufones que quieren deleitarnos con sus chistes, porque sin ese circo su vida tiene menos chiste. El muro es la impudicia de lo público hecha virtud. No soy el primero ni seré el último en tronar contra Facebook. Otros amargados como yo ya han repetido hasta el cansancio el catálogo de males: que lo usamos a costa de nuestra privacidad; que su uso fomenta patologías surtidas o agrava mañas inveteradas; que es un cajón de historias sórdidas (suicidios, cyberbullyings, etcétera) y una galería de imágenes de espanto (narcojuniors, maltrato animal, etcétera). Yo sólo he querido ampliar el inventario de vicios que se sostienen al amparo de Facebook: la holgazanería política solapada, el narcisismo a ultranza, el autoelogio descarado, la sensiblería rampante, y más. Fui uno de los que se extraño al leer que según Jorge Bergoglio, alias el Papa, la Internet (¿y por extensión Facebook?) es un regalo de Dios. No hay duda: las maneras del Señor son misteriosas. Las del señor Zuckerberg, en cambio, son muy claras. Esta red llegó para quedarse, para seguir apretando, para seguir transvalorando. Y la verdad no es ninguna sorpresa. Lo virtual, lo dijo Hegel, siempre quita lo virtuoso."

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