Martes por finalizar, pensando que ya próximamente está el fin de semana
como si fuera a ocurrir algo extraordinario, pero vale…. Esta tan incrustado en nuestro
inconsciente que el fin es para “liberarnos”,
pero intentando hacer un hábito la aplicación de la técnica de Franceso
Cirillo, “Pomodoro “ mi mente se enfoca
en ensayo que escribe Jesús Silva Herzog en la revista Nexos sobre la
democracia mexicana y justo cuando estaba en la comparación que hace de los
retratos de Francis Bacon sobre la
descomposición del cuerpo hasta hacerse irreconocible y expresa que este arte
de Bacon sobre la desfiguración “podría ser una pista para ver la
deformidad de nuestra política… una democracia sin tono, flácida y deforme, cada
uno de los huesos que la sostiene se ha ido carcomiendo en donde poco a poco
las piezas del equilibrio se han distorsionado hasta el punto que se confunden
en un mismo interés… un pluralismo lastimado” absorta estaba en las imágenes y
la genialidad cuando me doy cuenta que ya pasaron los 25 minutos…. Hora de la
procrastinación la cuál me lleva a leer el blog de Daniel Espartaco “Fantasías animadas de ununderlog” habla de ese momento en el que la pereza y el hartazgo dominan,
escribe soy apolítico, no me torturo como en la realidad por los problemas del
mundo, me vale madre la crisis de los refugiados en Siria, la destrucción de
Palmira por ISIS, los desaparecidos por el narco en México, las reformas
estructurales
"Mis fantasías suelen ser bastante mezquinas. No me imagino cosmonauta en una estación espacial o magnate del petróleo o de Wall Street o en un campamento de Médicos sin Fronteras en Siria o en África. Tampoco me imagino en Paris, o en Londres o en el Cáucaso. Sueño que soy un ingeniero gordo, en Chihuahua (donde yo nací), que escribe poesía a escondidas de su esposa; un ingeniero gordo y feliz con una vida secreta dedicada a las musas. Por las mañanas me levanto temprano a preparar el desayuno de mis dos hijos y los llevo a la escuela privada de medio pelo donde estudian, luego voy al trabajo y hago un turno de ocho o más horas en una maquiladora (soy subgerente o algo así). Tenemos dos autos y ella pasa por los niños al mediodía para dejarlos en casa de los abuelos maternos, donde voy a recogerlos al salir de la planta, a las seis de la tarde. Cuando tenía 16 años quería ser un ingeniero de almas, como dijo Vládimir Ilich Uliánov, ahora sueño con ser un ingeniero común y corriente. Aunque mis niveles de colesterol y de triglicéridos están un poco por encima de lo aceptado, me gusta burlar a la muerte un par de veces a la semana y si tengo algo de tiempo me detengo en un puesto callejero de dudosa higiene a comerme una torta de barbacoa o de lomo, o una hamburguesa o un hot dog o unos burritos de chicharrón prensado o de chile relleno, porque como todo ingeniero gordo soy también epicúreo.
Amo a mi esposa, a mis hijos, a mi perro salchicha, mi Toyota Hilux 2001 y a mis amigos, también ingenieros gordos, pero sobre todo amo a mi equipo, los Pieles Rojas de Washington, aunque no ganen un Super Bowl desde 1991 y ni un mugre campeonato de conferencia desde el mismo año. Los viernes por la noche me doy una escapada al bar Coliseo, en el centro, me como un chamorro y me tomo unas cervezas con los amigos, seis en total, para regresar a mi casa, satisfecho de mi templanza. Los domingos hago una carne asada para familiares, los amigos y sus parejas. Soy un experto con el asador: primero las costillas, luego el rib eye, también nopales y cebollitas, papas envueltas en papel aluminio entre las brasas. Las cervezas están bien frías, dispuestas en la hielera. El sol del mediodía pega con todas sus fuerzas en esa ciudad del desierto, los niños juegan en la alberca inflable. Mis suegros me respetan, también mi cuñado, un buen muchacho que estudia el último semestre de la carrera y me ve como un ejemplo a seguir. Pero lo que todo mundo ignora, es que yo, el ingeniero Sánchez, tengo una vida secreta. Sí, por las noches mientras los demás duermen me siento frente a la computadora, en mi gran silla reclinable de cuero, con una lata de Mountain Dew light a un lado, a escribir mis pudorosos poemas. Sueño también en secreto en publicarlos algún día bajo un pseudónimo. Me siento el Walt Whitman chihuahuense, le canto a la carne asada, a la belleza de las mujeres norteñas, al sabor de una cerveza bien fría, a los atardeceres arrebolados del valle, a la virilidad de los héroes épicos de antaño al estilo de los hermanos Almada (los pistoleros famosos, pues), a mi Toyota Hilux y los Pieles Rojas de Washington, guerreros poetas inmolados en el fragor de la historia. Sí, el lunes por la mañana despierto un poco somnoliento, con apenas cuatro horas de sueño, nada que no se solucione con dos cucharadas de Nescafé en una taza de agua calentada en el microondas y dos huevos fritos con tortillas de harina. Después de dejar a los niños en la escuela privada de medio pelo, hundo el pie en el acelerador en esa recta interminable, rumbo a mi trabajo. Cuando rebaso las sesenta millas por hora pienso que la vida no solo es bella sino llena de satisfacciones"
Amo a mi esposa, a mis hijos, a mi perro salchicha, mi Toyota Hilux 2001 y a mis amigos, también ingenieros gordos, pero sobre todo amo a mi equipo, los Pieles Rojas de Washington, aunque no ganen un Super Bowl desde 1991 y ni un mugre campeonato de conferencia desde el mismo año. Los viernes por la noche me doy una escapada al bar Coliseo, en el centro, me como un chamorro y me tomo unas cervezas con los amigos, seis en total, para regresar a mi casa, satisfecho de mi templanza. Los domingos hago una carne asada para familiares, los amigos y sus parejas. Soy un experto con el asador: primero las costillas, luego el rib eye, también nopales y cebollitas, papas envueltas en papel aluminio entre las brasas. Las cervezas están bien frías, dispuestas en la hielera. El sol del mediodía pega con todas sus fuerzas en esa ciudad del desierto, los niños juegan en la alberca inflable. Mis suegros me respetan, también mi cuñado, un buen muchacho que estudia el último semestre de la carrera y me ve como un ejemplo a seguir. Pero lo que todo mundo ignora, es que yo, el ingeniero Sánchez, tengo una vida secreta. Sí, por las noches mientras los demás duermen me siento frente a la computadora, en mi gran silla reclinable de cuero, con una lata de Mountain Dew light a un lado, a escribir mis pudorosos poemas. Sueño también en secreto en publicarlos algún día bajo un pseudónimo. Me siento el Walt Whitman chihuahuense, le canto a la carne asada, a la belleza de las mujeres norteñas, al sabor de una cerveza bien fría, a los atardeceres arrebolados del valle, a la virilidad de los héroes épicos de antaño al estilo de los hermanos Almada (los pistoleros famosos, pues), a mi Toyota Hilux y los Pieles Rojas de Washington, guerreros poetas inmolados en el fragor de la historia. Sí, el lunes por la mañana despierto un poco somnoliento, con apenas cuatro horas de sueño, nada que no se solucione con dos cucharadas de Nescafé en una taza de agua calentada en el microondas y dos huevos fritos con tortillas de harina. Después de dejar a los niños en la escuela privada de medio pelo, hundo el pie en el acelerador en esa recta interminable, rumbo a mi trabajo. Cuando rebaso las sesenta millas por hora pienso que la vida no solo es bella sino llena de satisfacciones"
Así de sencillita la vida.... de momento me quedare elaborando como sería mi fantasía :-)
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