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Para mis compañeras queridas de Sociología

Y te hablo a ti...

carta de M. Hennesey a los estudiantes:

Muchacho, muchacha, estudiante de la Universidad, a ti chico y a ti chica, a ustedes que a diario combaten con las palabras escritas en los libros, para desentrañar lo que verdaderamente significan, para extractar aquello que podrán convertir en aplicaciones prácticas para ganarse la vida y contribuir a la felicidad de muchos, mejorando la estructura del mundo.Les escribo esta carta con toda mi fe y toda mi esperanza.Creo en ustedes. Se que el tiempo que les ha tocado en suerte no es el más propicio para estudiar, para romper esquemas y lanzarse a crear. Yo pertenezco a la generación inmediatamente anterior a la de ustedes, asistí a la Universidad poco después de los años sesentas, cuando una nueva aurora se insinuaba sobre la faz del mundo. Me tocó, como a tantos de mis condiscípulos, entender y asimilar el “mayo del 68” en París, el existencialismo de Sartre y la doctrina de Marcuse, la revolución cubana y el fenómeno del hippismo, la guerra del Vietnam y el apogeo de las drogas.
Todos, en la convulsa América Latina de aquellos años frenéticos, íbamos a la Universidad con la firme convicción de que era posible transformar el destino del mundo, leíamos a Cortázar y admirábamos al Ché Guevara, nos enamorábamos con los versos de Neruda y escuchábamos a los Beatles, pensábamos que había que hacer el amor y no la guerra, y nos comprometíamos a fondo con la lucha política.Existía entonces algo que se llamaba “el movimiento estudiantil”; no pueden imaginarse ustedes lo que era el movimiento estudiantil en aquella latinoamérica de los años setentas, era un hervidero de ideas e ilusiones profundamente encarnado en nuestros cuerpos y nuestros espíritus.
A la Universidad se iba, no simplemente a recibir la enseñanza de los profesores, sino (y me temo que principalmente) a participar del movimiento estudiantil.
Un aire impetuoso y volcánico llamado “revolución” surcaba las tierras de América como un caballo eléctrico que iluminaba el destino, teníamoslos mismos sueños, hablábamos el mismo lenguaje y nos preocupaban las mismas cosas esenciales de la vida, el amor y el progreso de los pueblos; pertenecer a la generación a que pertenecíamos y compartir los “códigos” del movimiento estudiantil era, para nosotros, cuestión de honor y asunto de orgullo.
Y es que el lenguaje de ustedes, los jóvenes, se parece muy poco al de nosotros y mucho al de ustedes mismos; y no me refiero simplemente al uso de la gramática sino al aspecto connotativo del lenguaje, a su capacidad de nombrar lo más profundos anhelos y esenciales intereses, a su poder de transmitir la pasión.Necesito explicarme: son ustedes una generación autoreferencial por virtud de ese horror ideológico a que nosotros los hemos sometido y que se llama globalización y neoliberalismo.
En lugar de pensar en cambiar al mundo están pensando en acomodarse favorablemente a sus vencidas estructuras, en hacer prevalecer el “sálvese quien pueda” obedeciendo el mandato de los poderosos, y si “se salvan” podrán decirle a los apologistas de la inicua doctrina que el esquema era bueno. La lección de que el individualismo es mejor que el socialismo la han aprendido bien, y en la manera como asumen el conocimiento se nota que prefieren el facilismo al rigor del “excesivo combate”. Pocos de ustedes combaten a fondo con el saber, y casi todos estudian simplemente para “pasar”, porque eso es lo que importa en la dudosa axiología de los tiempos que corren.Sí, ya se, se trata de un asunto que trasciende el lenguaje, se trata de la filosofía predominante de una generación.
No los estoy culpando, pero yo no tendría derecho a sentirme de veras amigo de ustedes, si no tuviera la suficiente franqueza de decirles la verdad como la creo; y esto me parece mejor, porque al saber ustedes la verdad (mi verdad) podrán evaluar y decidir si vale la pena o no, afiliarse a la corriente de quienes han decidido cambiar este mundo.Nosotros comprometimos nuestro esfuerzo, y a veces también la vida, en el noble propósito de construir sociedades justas y sostenibles. Creíamos que ustedes merecían aquello y lo que decíamos cuando estábamos en la Universidad, y entonces nuestros hijos no habían nacido, era que queríamos un mundo mejor para ellos.Pero fracasamos. Todos fracasamos.
Hoy, ese monstruoso engendro de la posmoderna civilización de Occidente llamado Neoliberalismo, campea de Norte a Sur, irradiando su halo de injusticia y oprobio sobre los más desvalidos, sobre los pobres, los desheredados, los valientes, los resistentes. La ley del más fuerte, el egoísmo de la especie humana, la insolidaridad del hombre con el hombre, la codicia y el facilismo, son los valores predominantes.Déjenme hacer mía las palabras que pone Ernesto Sábato en sus memorias: “...son muchos los motivos, me dirás, para descreer de todo, los jóvenes como vos, herederos de un abismo, deambulan exiliados en una tierra que no les otorga cobijo.
En este desguarnecimiento existencial y metafísico, sufren huérfanos de cielo y techo. Comprendo tu congoja, el desconcierto de pertenecer a un tiempo en que se han derrumbado los muros, pero donde aún no se vislumbran nuevos horizontes. Falsas luminarias pretenden cautivar tu voluntad desde las pantallas. Debes de pensar que no hay un cambio posible cuando es menor el valor de la existencia que el de un aviso publicitario. El escepticismo se ha agravado por la creciente resignación con que asumimos la magnitud del desastre. La banalidad con que se degradan los sentimientos más nobles, degenerando al hombre en una patética caricatura, en un ser irreconocible en su humanidad... asistimos a un modo de vivir en que los bancos han reemplazado a los templos, pero esta absurda inversión de los valores no justifica, de ningún modo, que permanezcas en una torre, indiferente a lo que pasa a tu lado, creo que desde una actitud anarcocristiana debemos hacer el esfuerzo de encaminar la vida... ya no quedan locos, se murió aquel manchego, aquel estrafalario fantasma en el desierto. Todo el mundo está cuerdo, terrible, monstruosamente cuerdo (León Felipe)”
El mundo que te tocará vivir, donde debes desempeñarte como profesional y al cual estás obligado - obligada a sostener, modificar y mejorar (pues en eso consiste vivir), no es un mundo mejor que el que nosotros heredamos de nuestros padres.Es un mundo peor. Más hostil, más despiadado, más injusto. Tu tarea sobre él, es por ello más exigente y habrá de ser más ardua y concienzuda la preparación intelectual que deberás emprender para enfrentarte con éxito a un escenario difícil. Pero no obstante, es un mundo fascinante, porque se trata de un mundo en construcción.Muy pocos de quienes hoy frisamos los cincuenta años o más, veremos ese nuevo mundo. Quizás algunos de ustedes tampoco lo verán. Mi hipótesis es que los cambios empezarán a notarse con toda nitidez hacía finales del 2030.Te diré a continuación cómo, a mi pensar, es el mundo que nosotros heredamos de nuestros mayores, y cómo es el que a ti te tocará vivir.
Podrás leer (si te interesa profundizar más en este pensamiento) el ensayo “El mundo que estamos inventando”, en esta misma WEB, pero yo te haré aquí un resumen de él, para decirte luego cómo, a mi entender, deberías asumir tu preparación intelectual, desde la óptica de la nueva ciencia, en ese nuevo mundo.El mundo que estamos inventando.El mundo que estamos inventando es más o menos así: desde la crisis ambiental global (1960, viejo mundo) la idea de que el hombre es el centro del Planeta y que por lo tanto tiene derecho a dominarlo, controlarlo y modificarlo, está siendo reemplazada por la idea “el hombre tan sólo forma parte de un gran sistema”, por lo tanto no domina ni controla la naturaleza; sólo la modifica “concertadamente”. Como consecuencia de lo anterior se derrumban dos paradigmas de la vieja filosofía de la ciencia: el de la posibilidad de controlar las cosas y el de la independencia de las cosas.Los nuevos paradigmas son la incertidumbre, el azar y la interdependencia.El nuevo mundo es un intrincado laberinto de sistemas interactuantes donde el conocimiento se “esparce” en forma de “paquetes de información fluidos” sobre asuntos cada vez más generales.
Las cosas ya no son “en sí mismas” sino que devienen “en conjuntos”, y el mundo no es la totalidad de las cosas sino la totalidad de los hechos, como afirmó Wittgenstein; es decir es la trama relacional del todo con el todo.La visión parcial de las cosas es reemplazada por la visión total. El conocimiento de los problemas adquiere una nueva condición epistemológica: la totalidad; la civilización del siglo XX se detuvo en el análisis detallado de tres conceptos: las crisis, los cambios y el caos; hoy se considera que esos tres conceptos se funden en uno solo: la totalidad. El arte y la ciencia confluyen. Las economías y las sociedades se preocupan por una nueva ética y una nueva estética de lo humano convivente.El fin de la felicidad se concibe como tarea prioritaria de la ciencia y la tecnología. El arte, además de confluir y coincidir con la ciencia y la técnica, recupera su sentido profético y anuncia el evangelio de la edad posmoderna.
La noción “sólo importa lo que se puede medir” está siendo reemplazada vigorosamente por “también importa lo que se puede intuir”.El Rey Lear le pregunta a Cordelia en el drama de Shakespeare: “¿cuánto me quieres?. Hoy se diría ¿cómo me quieres?. Kant pensó que a partir del trabajo de Newton y sus sucesores, todo en el mundo estaba perfectamente explicado. Hoy se piensa que a partir del trabajo de Kant (Crítica de la razón pura) no todo el mundo está completamente explicado, pues la modernidad centró el esfuerzo de la indagación sobre el mundo en el exclusivo uso de la pura razón, y desdeñó otras facultades de la mente humana (como la intuición) que hoy cobran inusitado impulso a partir de observaciones y comprobaciones de la propia ciencia positivista.
Las religiones se desdibujan, pero un nuevo sentido de lo religioso, fundamentado en una divinidad no intermediada, emerge del cascarón agotado de unas instituciones decadentes. Casi todas las religiones monoteístas fundamentaron su expansionismo entre los hombres sobre la idea de una divinidad representada en la Tierra por enviados, poderosos o santos. Nadie acumuló más poder en el mundo que el Papa del catolicismo, “representante de Dios en la Tierra”. Hoy, una ola de astrofísicos, biólogos, neurobiólogos, físicos y matemáticos se preguntan si detrás de los recientes avances de la física hay un Dios disfrazado de fuerza vital cósmica (Hoyle, Davies, Sheldrake, Typler, Watts, Wilber, Capra).
El nuevo mundo que estamos inventando adviene en sí mismo, una nueva comprensión de la divinidad, emprendida desde la física y la biología, desde todo el arte y una contemporánea percepción del universo. Quizás tengamos que volver a pensar en la frase de Hegel (los filósofos no pueden perdonar a Dios que no los haya invitado a la creación del mundo). Dios podría haber elegido el siglo XXI para efectuar la inauguración del mundo, y aunque Hegel ya no podrá estar, ustedes si.
Los sistemas morales y educativos del pasado se esforzaban por conducir a la perfección del ser humano. Se creía que la educación debía “hacer hombres buenos e inteligentes”.Hoy, el ideal del “hombre ilustrado” ha cambiado. Pero yo quisiera recordarte que desde la antigua Grecia se dice que el ideal de lo ético y lo estético consiste en lo bueno, lo bello y lo inteligente. A esto llamaron los griegos el Calogaitía.Aprender hoy es una cosa muy distinta a lo que, tan sólo en el siglo XX, significó aprender. Los antiguos alentaron el ideal de que el ideal de la sabiduría estaba encarnado en el sabio, el hombre que sabía todas las cosas; evidentemente si había tan pocas que aprender era posible que algunos las supieran todas.
Hoy se valora más la capacidad de globalizar, abstraer y relacionar, que la facultad de memorizar y acumular conocimientos; y en algunos contextos se incita a descartar conocimiento no relevante en lugar de acumularlo.El saber práctico ha superado el saber teórico, pero no puede haber práctica de las cosas sin investigación de base y construcción teorizante.
Los programas informáticos se desactualizan de manera vertiginosa y en estos casos conviene adquirir destreza en los saberes inmediatos.El viejo paradigma de un mundo concebido como libro abierto que debe ser leído de manera lineal, siguiendo una cadena de causas y efectos, se desvanece en favor de entender la realidad como un hipertexto, donde se puede entrar desde muchas ventanas.Los farragosos argumentos del pasado han cedido su lugar de preeminencia a las imágenes y los medios interactivos.
La pantalla convive con el libro, y algunas veces lo reemplaza; la escritura pugna con el mundo de las imágenes, y la realidad cotidiana con la realidad virtual.Las formas humanísticas de la meditación y la crítica parecen estar en crisis. Pero esta crisis no necesariamente desemboca en la abolición de la meditación y la crítica, pues el camino socrático ilumina hoy, con renovado vigor, los caminos pedagógicos de la búsqueda de las verdades científicas, a partir del renovado criterio de la duda.La reflexión pedagógica de hoy genera una episteme polifacética. Los territorios de cada disciplina de estudio ya no están determinados de manera excluyente y limitante.
Los márgenes epistemológicos de las distintas ciencias se flexibilizan y sus corpus se hacen más complejos y se desdibujan las fronteras entre las ciencias y las artes. La consideración de las subjetividades como construcciones históricas incorpora hoy la incidencia del azar y la contingencia.La única manera posible de aprehender el conocimiento en este nuevo escenario que te toca vivir, es la totalidad.
Procura entender todo de un solo golpe de ojo. Procura mirar bien lo que tienes enfrente y mejor, mucho mejor, lo que se oculta tras la trama aparente de la realidad sensible. Mantén frente a los científicos una actitud de respetuosa duda y llénate de arte. Sólo el arte nos devolverá lo que de humanos hemos perdido en la feroz competencia e inhumana codicia. Trata de incorporar a tu pensamiento tecnológico una ética de armonía con todo lo que existe, esfuérzate por preservar la naturaleza y cuida del aire y el agua comunes con el mismo celo con que cuidas lo propio: tu trabajo, tus hijos y tus sueños.
Escribe. Preocúpate por lo público como preciado bien de toda la sociedad, participa de la política y entérate de lo que está pasando en el mundo.Actúa. No seas instrumento de una era decrépita sino constructor de la nueva alborada. Perfila cada día tu propia visión del futuro y organízala en un conjunto armónico de ideas sostenibles que te facilite el desempeño técnico y profesional. Emula con los demás en el buen ejercicio del saber, pero comparte tus conocimientos con generosidad. No compitas. Se.

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